Confiar en Dios produce resultados maravillosos

Cuando tenia 9 años, intenté alcanzar unas guayabas que se encontraban en un frondoso árbol en el patio vecino con ramas en nuestro lado, las mejores estaban al otro lado de la cerca. Me subí en una lata para poder alcanzarlas, lo logré, cogí una hermosa guayaba, al inclinarme la lata se cayó, y mi brazo quedó incrustado en la corroída cerca de zinc. Rápidamente y con mucho temple, corrí a buscar a mi abuela, quien estuvo a punto de desmayarse al ver la herida tan profunda y sin sangre que tenía en mi brazo.

Nos dirigimos a buscar atención médica, había dos consultorios médicos cerca, pero ninguno de los dos atendía emergencias de ese tipo. Llegamos al hospital, procedieron a suturar la herida, sentía dolor a pesar de la anestesia; una y otra el doctor preguntaba si me dolía, le respondía que sí y me mantenía tranquila. No lloré, no me quejé, esperaba confiada de que todo saldría bien.

No sé cuanto tiempo pasó, luego de varios puntos internos y nueve externos, terminó el sufrimiento, sentí casi todos los puntos que me dieron con la gigantesca aguja curvada que atravesaba a cada lado la carne. Resistí valientemente el dolor. Al concluir, el médico dijo: “esta muchacha si es fuerte”. La herida sanó en pocos días y la cicatriz casi no se notaba en mi brazo. ꜟHoy en día, me siguen gustando las guayabas!.

Aunque en estos momentos no recuerdo si clamé a Dios, estoy completamente segura de que la confianza que sentía y mostraba, venían de Ti.

Gracias Señor por haber estado conmigo.

“Invócame el día de la angustia, te libraré y tu me darás gloria”. Sal 50,15

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